El término «Mopongo» ha vuelto con fuerza al vocabulario político español. Lo que comenzó como un comentario sarcástico en 2022 por parte de María Jesús Montero, ministra de Hacienda, hoy es una herramienta dialéctica cargada de intención. En un nuevo episodio de confrontación entre el PSOE y el PP, Montero ha desempolvado el apodo para retratar lo que, según ella, es la actitud del líder popular, Alberto Núñez Feijóo: oponerse sistemáticamente a todo lo que propone el gobierno de Pedro Sánchez.
Durante un congreso socialista celebrado hoy, 30 de marzo de 2025, en Málaga, Montero ironizó: “Subida de pensiones, Mopongo; transporte gratuito, Mopongo; reforma laboral, Mopongo”, una forma teatral de representar lo que considera una oposición negativa, sin ideas propias, que solo sabe decir “no”. La ministra ha querido reforzar esta crítica recordando que, a pesar de los ataques, el PSOE sigue gobernando tras haber revalidado su mandato en las elecciones del 23 de julio de 2023. Para Montero, ese “Mopongo” no es solo un mote, sino el retrato de una actitud estéril, incapaz de construir, solo de frenar.
Sin embargo, Feijóo no se ha quedado de brazos cruzados. En un acto celebrado también hoy en Sevilla, el líder del PP ha reivindicado su papel como líder de la oposición, negando que su postura sea de bloqueo automático. “No nos oponemos por capricho, sino porque España merece más que parches y medidas improvisadas”, declaró con firmeza. Según Feijóo, el gobierno socialista está agotado y sin rumbo, y su objetivo es ofrecer una alternativa seria que devuelva el impulso a un país que, a su juicio, necesita reformas estructurales y no simples medidas populistas.
Este intercambio de reproches refleja una escena política cada vez más polarizada, donde los términos simbólicos, como “Mopongo”, se convierten en armas retóricas. Mientras el PSOE defiende su gestión con orgullo y ataca la supuesta falta de propuestas del PP, la formación de Feijóo busca capitalizar el desgaste del gobierno, apelando al cambio y a la supuesta necesidad de nuevas ideas.
En definitiva, más allá del tono burlesco del apodo, «Mopongo» es hoy el espejo de una España dividida políticamente, donde el debate se mueve entre la autocomplacencia del oficialismo y la crítica persistente de la oposición. La pregunta es si este choque constante acabará ofreciendo soluciones reales para los ciudadanos o si seguirá alimentando un ruido que ya empieza a saturar a buena parte del electorado.